El escondite de Bataclan que salvó la vida a tres españoles

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Un bombero atiende a uno de los heridos durante el asalto a la sala Bataclan en París. REUTERS

En una estampida provocada por el pánico, se refugiaron en un cuarto en la primera planta del que fueron rescatados por la policía

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ORFEO SUÁREZ
Madrid

Actualizado 15/11/201508:13Era un ruido que jamás habían escuchado, muy distinto a los acordes del rock de Eagles of Death Metal. Para entonces, el único sonido metálico partía de los kalashnikov, cuyo eco se entreveraba con los gritos de dolor y desesperación. La composición era una sinfonía de muerte. Tres españoles la escuchaban, entre lágrimas y temblores, escondidos en un cuarto de la sala Bataclan, al que accedieron en mitad de una estampida desatada por el pánico. A los disparos, los lamentos y las caídas les sucedieron las explosiones de los tres suicidas que decidieron inmolarse antes de la entrada de las fuerzas especiales francesas. El cuarto terrorista fue abatido antes de accionar su cinturón-bomba. En su refugio, los españoles desconocían qué estaba sucediendo. De pronto, sólo quedaron los gritos. La puerta se abrió bruscamente. Eran los agentes del ‘Raid’, cuerpo de intervención de la policía.

„Creímos que los primeros estallidos eran petardos”, han confesado varios de los testimonios que se encontraban en la sala Bataclan, donde fallecieron en torno a 80 personas, más de la mitad de las víctimas en la sangrienta noche de París. Lo mismo creyó Iván García, de 39 años. Había acudido a esta célebre sala acompañado por dos amigos, según relató por teléfono a sus familiares. „El ruido era insoportable. Conseguimos escondernos en un cuarto que encontramos y cerrar la puerta, mientras todo el mundo intentaba escapar. Cuando la abrieron, era la policía”, contó el español, todavía en un elevado estado de ansiedad.

Los miembros de los ‘Raid’ sacaron a los tres españoles de la sala. García presentaba heridas leves en una pierna, producto de los golpes que había recibido en la huida masiva de espectadores. Unos 1.500 abarrotaban esta sala en forma de pagoda asiática, situada en el boulevar Voltaire, muy cerca del semanario ‘Charlie Hebdo’, donde se produjo el último atentado islamista. En Bataclan, los terroristas irrumpieron al grito de ‘Alahu Akbar!’ [¡Alá es el más grande!]. Fueron instantes, según varios testigos, en los que resultaba casi imposible tenerse en pie y donde el riesgo no era sólo el de ser abatido por los disparos, sino el aplastamiento. Algunos asistentes intentaron escapar por una salida de emergencia situada detrás del escenario y otros se lanzaron por las ventanas.

Nada más abandonar la sala, los tres españoles fueron examinados y, de inmediato, atendidos por equipos de psicólogos desplazados junto con las unidades sanitarias. Posteriormente, los trasladaron al domicilio de unos amigos en el que se encontraban durante unos días de vacaciones. Los golpes y las heridas de Iván, el más afectado de los tres, no necesitaron hospitalización. Al ser advertida la embajada por sus familiares desde España, recibieron la indicación de no abandonar el domicilio en todo el día de ayer, a la espera de regresar, hoy, a Madrid, donde residen. Declinaron realizar declaraciones, afectados por un agudo ‘shock’ postraumático que requerirá tratamiento, según los especialistas, aunque es muy posible que su escondite les pusiera a salvo de un trágico desenlace como el encontrado por otro español, Juan Alberto González Garrido, de 29 años.

Hubo más asistentes que buscaron algún refugio dentro de la sala. Pierre Janaszak, un animador de radio y televisión que asistía al concierto, consiguió esconderse en los servicios de la primera planta: „Estábamos cuatro metidos en el espacio de un retrete. No vinieron allí a buscar a nadie”. „Oíamos a los terroristas decir que tenían 20 rehenes -prosiguió-. Decían a las personas retenidas que la culpa de todo era del presidente Hollande por haber intervenido en Siria. También hablaron de Irak. Después llegaron los tiros y las explosiones. La policía, finalmente, abrió las puertas de los servicios. Antes de salir, un agente me pidió que me quitara la ropa para comprobar que no llevara ningún explosivo”.

Dividida en dos alturas, una gran parte de los asistentes al concierto tardaron más en apercibirse del ataque, especialmente los que se encontraban en el primer piso. El propio Janaszak se encontraba en la parte alta. „De pronto, escuchamos unos disparos abajo, en la platea. Al principio, creímos que se trataba de parte del espectáculo, pero pronto comprendimos lo que sucedía. Fue un infierno”, añadió.

Algunos de los que pudieron esconderse, como los tres españoles o este animador de televisión, enviaron mensajes a través de sus teléfonos móviles y de las cuentas en las redes sociales. „Todavía estoy en Bataclan. Primer planta. Herido grave. Que lancen pronto el asalto. Hay supervivientes en el interior. Matan a todo el mundo. Uno por uno. Primera planta. Rápido”, fue el ‘tuit’ desesperado de un espectador atrapado.

Daniel Psenny, un periodista que vive junto a una de las salidas de socorro, en el pasaje Saint Pierre Amelot, observó y filmó cómo numerosas personas huían y hasta se lanzaban por las ventanas. Intentó auxiliarlas y resultó herido en el brazo por un disparo cuando intentaba llevar hasta su edificio a un estadounidense herido. „Vomitaba, tenía frío y creímos que se iba a morir. Llamamos a los bomberos pero no podían evacuarnos”, cuenta el periodista, socorrido tras el asalto.

Entre las personas que lograron escapar se encontraba la hermana del futbolista francés Antonio Girezmann, del Atlético de Madrid. A la misma hora que su hermano jugaba en el Stade de France, ella escuchaba rock en Bataclan. Ambos, en cambio, escucharon algo distinto, que poco tenía que ver con el fútbol o la música. En Twitter, Griezmann dio gracias a Dios por su hermana con una etiqueta compartida, hoy, en todo el mundo: ‘#ViveLa France’.

 

Forrás: http://www.elmundo.es