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El día en que Ruz juzgó el mordisco de un perro en Móstoles

El juez Pablo Ruz, a su llegada a los juzgados de Móstoles. JAVIER BARBANCHO

PEDRO SIMÓN Móstoles (Madrid)

Actualizado:21/05/2015 02:49 horas

A uno se le figura que el juicio de la mordedura del fox terrier de hoy tiene que ver intrínsecamente con el caso Gürtel (que significa correa y habla de mordidas); que el contencioso de las amenazas de dos hermanos a través de Facebook que se despacha esta mañana está emparentado con los SMS de Rajoy a Bárcenas («Luis, sé fuerte»); y que, cuando Ana le cuenta a su señoría lo del robo del bolso, en realidad le está explicando el caso Pujol.

– ¿Y qué ocurrió entonces?

– Pues verá usted, mientras uno me distraía con una tontería, el otro estaba cogiendo mi dinero…

Cinco años después de que Pablo Ruz Gutiérrez (Madrid, 1975) abandonara el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 5 de Villalba -tan sólo un mes más tarde de haber dejado su puesto en la Audiencia Nacional-, el juez regresó ayer a la arena de la justicia pequeña, que viene a ser la más grande.

Son poco más de las nueve de la mañana, en el Caura Gastro bar de Móstoles hay un viejo con gorra que se desayuna una tostada, un folio pegado en la pared que te ofrece molletes de Antequera a dos euros la unidad, Ana Rosa hablando por la televisión y un juez muy alto que viene de dejar a los hijos en el colegio.

Los bares dan para situaciones reveladoras que dicen más de uno que la propia Wikipedia.

„Hay vida más allá de la Audiencia. Se trata también de dar un servicio público”

– ¿La leche? ¿Fría o caliente?

– Templada, por favor.

El tipo es templado en todo. Pero en el interior de la sala de vistas nº 3 de los juzgados de Móstoles hace un frío jurídico e institucional. Como cuando el cura de El exorcista entraba en el cuarto de la niña endemoniada y exhalaba vaho por la boca.

La actualidad está de elecciones y de movimientos pendulares: Bárcenas ha pedido oficialmente reincorporarse al PP y Ruz se reincorpora oficialmente a su plaza.

EL MUNDO asiste al día del estreno mundano del juez. El magistrado que le tomó declaración a El Bigotes hoy le preguntará a un tal Ceferino que le explique el accidente con el Skoda. El juez que le preguntó a Cospedal por las cuentas del partido hoy interroga a Silvia sobre si utilizó una tarjeta del Carrefour ajena para llenar su nevera. El hombre que le echó mano al cuello del Faisán hoy le pregunta a Miriam por el perro.

Alguien que conoce muy bien a Ruz nos desvela una frase que despachó el otro día, al poco de llegar a Móstoles. «Hay vida más allá de la Audiencia. Se trata de hacer lo mismo: dar un servicio público».

Ya vamos con retraso. Empieza la vista. Con la venia, señoría.

(…)

Cuando los litigantes entran al iglú, hay un pequeño gesto con el que parecen decir: «Es él, es él…».

En el primer juicio de faltas de la mañana, un hombre le exige a otro hasta 28.200 euros porque le dio por detrás con el coche mientras conducía y le agravó, dice, la hernia discal.

El denunciante se levanta para hablar, se da cuenta de que ha olvidado algo para adornar el cuadro y se dispone a arreglarlo: coge el bastón.

– Buenos días, ¿me puede decir su nombre? -son las primeras palabras del retornado.

En la sala de vistas nº 3 hay unas persianas medio rotas, tres bancos como de misa y un juez que escucha las vicisitudes de la conducción y del esqueleto humano.

– ¿Puede pedir que haya silencio fuera de la sala? -le pide a la agente judicial-. Es que, si no, no nos vamos a escuchar.

Se escuchan. De más. La cosa se alarga, Ruz se quita el reloj y lo apoya sobre la mesa, como cuando el profe te entregaba las preguntas y daba un tiempo para contestar.

Reconviene a una letrada («esa pregunta no es pertinente; es preguntar lo mismo»). Luego le tiende la mano («los autos están a su disposición; yo le puedo dejar verlo ahora si quiere»). Al final, el mantra más repetido por el juez es un «bueno, bueno» condescendiente y cordial.

(…)

«Iba andando por la calle y se me enganchó a la pierna. Era un fox terrier mestizo, negro, pequeño, sin bozal… Me tuvieron que atender porque se me infectó. Me escondí en el bar de al lado. La señora me dijo que no se atrevía a cogerlo por si también el animal le mordía a ella. Luego se montó al coche y se fue sin atenderme. Tenía prisa por irse de vacaciones».

La chica denunciante debe de andar por los 30 años, la denunciada no ha hecho ni acto de presencia y el caso está visto para sentencia: los perros muerden; aquel tifón de fox terrier mucho más; Ruz no tiene perros.

– ¿Tiene algún testigo?

– Sí…

– ¿Cómo se llama?

– [Duda del nombre]

– ¿No era su pareja?

– Ya no.

– Bueno… -bromea el juez-. Mal estamos si ya no recuerda el nombre de su pareja.

El mordisco se paga a una multa de dos meses a razón de seis euros el día.

(…)

Entre juicio y juicio, la agente judicial come algo sacado de un envoltorio de papel plata, la secretaria se queja de que el cable del ordenador falla, la fiscal toma notas y Ruz repasa expedientes como el opositor que se enfrenta al tribunal. Cuando el tribunal es él.

La cosa ahora va de un hermano que ha amenazado al otro por Facebook. En los siguientes términos: si no arreglan sus diferencias, dice que quemará la casa con él dentro. El problema es como el de aquellos cuadernos de repaso de Santillana: el hermano A está a dos metros del hermano B. Equidistante, a cuatro metros, está el juez C.

Solución.

– ¿Usted quiere seguir con la denuncia?

– Hombre, si no lo vuelve a hacer…

– Es su hermano. Sólo quiero informarle de que habrá multa y responsabilidades penales.

– Yo mientras que me deje en paz…

(…)

Ruz demuestra templanza, educación exquisita y deja hablar.

A veces demasiado.

– A ver, señoría -se arranca la abogada de una compañía de seguros: unos niños bien han tenido un accidente sin lesiones graves-. A ver, señoría, me imagino que los cuatro chicos, a las cinco de la madrugada, viniendo de una discoteca, no venían rezando el rosario…

Y al juez le ilumina la cara un leve rictus de sonrisa a lo monna lisa.

– Bueno, bueno -apuntilla.

A uno se le figura que el juicio de los chicos que corrían demasiado tiene que ver con El Albondiguilla, Correa, Sepúlveda, la troupe entera y hasta con Neymar.

Forrás: http://www.elmundo.es/espana/2015/05/21/555cef05268e3e35148b458b.html

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