Amina, somalí de 19 años, con su hijo Mohammad, en un centro de Sicilia. ALBERTO DI LOLLI MUNDO
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Amina, de 19 años, huyó embarazada de Somalia y se embarcó en una patera en Libia
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Dio a luz en el helicóptero de rescate que la trasladó a un hospital de Sicilia
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‘En la patera, muchos se orinan y defecan encima; están días sin moverse en la barca’
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‘Muchos migrantes también sufren quemaduras, hipotermia y sarna’
Mohammad sólo tiene un mes y 14 días, pero está rechoncho y grande. Es la pura estampa de su madre, una mujerona hecha y derecha, que en realidad continúa siendo casi una cría: tiene 19 años. Amina huyó de Somalia precisamente por eso, porque si su padre se enteraba de que se había quedado embarazada, no sabe qué habría hecho con ella. Llegó a Sicilia en abril en una de esas barcazas infernales con las que los traficantes conducen a los inmigrantes desde Libia a la muerte o a una vida mejor. Es cuestión de fortuna. Amina tuvo suerte: empezó a tener contracciones en la patera, pero dio a luz en el helicóptero de rescate que la trasladó con urgencia a un hospital en Sicilia.
„Me colocaron en medio de la barca cuando empecé a sufrir dolores”, dice Amina, que de entrada se muestra parca de palabras. „Recuerdo que empecé a sangrar”, resume de esta manera su travesía. Había roto aguas. Lo que ocurrió después se lo atribuye a Dios: Mohammad nació, casi de milagro, sano y en Italia.
Las trabajadoras del centro de primer auxilio y acogida de Pozzallo, en el sur de Sicilia -uno de los muchos que existen en Italia para asistir a los inmigrantes en cuanto desembarcan tras ser rescatados en alta mar-, sí que explican con más detalle las tremebundas condiciones en las que los extranjeros llegan a la costa italiana. Parecen basura humana.
„Apestan”, asegura una de las empleadas, Patrizia Scolaro, que empezó a ayudar a los inmigrantes como simple voluntaria de Protección Civil, y ahora se dedica exclusivamente a esta labor. „Cuando llegan aquí, hay que tirar toda la ropa que llevan”, afirma. „En la patera muchos se orinan o defecan encima porque están días en la barca, sin poderse mover”, explica cubriéndose la nariz y la boca con una mano como si tuviera la ropa delante. „Una cosa es decirlo y otra, verlo”, añade la mujer, que no tiene suficientes palabras para describir lo que presencia semana tras semana en el centro donde trabaja.
Asistencia médica
Alessandro Camilli también lo ha visto con sus propios ojos. Él es el actual responsable del Cuerpo Italiano de Socorro de la Orden de Malta, en la isla de Lampedusa, y participa en las labores de salvamento. La Orden de Malta ofrece asistencia médica a los inmigrantes desde 2008. „Van muy abrigados”, detalla. „Te los puedes encontrar que van con dos o tres camisetas y un par de pantalones puestos para no tener frío en medio del mar por la noche”, argumenta. Pero claro, cuando el mar se enfurece y el agua empieza a entrar en la barca, no es lo mismo llevar una muda que varias. No hay manera de secarlas. La mayoría de los inmigrantes llegan a la costa calados hasta los huesos. Muchos presentan síntomas de hipotermia.
„Me quedé dormida en la barca. No me di cuenta de nada”, asegura Amina. Pero más bien parece que su cuerpo dijo ‘basta’ y perdió el conocimiento. Ya era demasiado: las contracciones, la falta de agua para beber, y el montón de gente apiñada en la embarcación. Noventa y nueve personas viajaban en la patera y, según relata Amina, había una segunda barca con otras tantas.
„Muchos inmigrantes también sufren quemaduras”, cuenta Daria Spicola, una de las doctoras de Médicos sin Fronteras que asiste a los extranjeros en Pozzallo. Su relato también pone los pelos de punta. Médicos sin Fronteras tiene una clínica dentro del centro de inmigrantes en esa localidad siciliana. „Algunos viajan en la bodega de las embarcaciones donde se encuentra el motor, y quedan impregnados de gasolina. Ésta, en contacto con el agua salada del mar, les escalda la piel”, expone.
La sarna, casi una epidemia
O la sarna, que es otra de las afecciones más generalizadas, a causa de las pésimas condiciones higiénicas en las que los inmigrantes deben vivir en Libia mientras esperan a ser embarcados por los traficantes. „En las pateras de eritreos, muchas veces nos encontramos que hasta la mitad tiene sarna”, declara la médica. Es casi una epidemia. En el centro de Pozzallo hay carteles en diferentes idiomas en las paredes, en que se alerta a los extranjeros que avisen si sienten picores.
Amina está ahora en un centro de acogida en el pueblo de Scicli, muy cercano a Pozzallo, que pertenece a la Federación de las Iglesias Evangélicas en Italia. Allí comparte un pequeño apartamento con otras extranjeras y tiene una cierta intimidad. Nada que ver con lo que vivió en Libia, donde estuvo presa durante semanas. „Éramos unas 200 personas en una estancia pequeñísima”, describe.
„Nos daban un balde para defecar, que nos íbamos pasando los unos a los otros. Las mujeres intentábamos taparnos para que los hombres no nos vieran”, relata. Cuando se le pregunta, qué desea para el futuro, que es lo que más anhela, Amina responde como una niña: „Estar con mi madre. Ella me está esperando en Noruega”.
Forrás: http://www.elmundo.es/internacional/2015/06/01/556b3f67ca4741913e8b4580.html