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Álvaro Pérez ‘el Bigotes’: ‘Los vampiros del PP nos han chupado la sangre’

  • ‘Aprendí a montar escenarios con mi tío Andrés Pajares, con quien me recorrí el mundo viendo espectáculos y buscando ideas rompedoras’

  • ‘Alejandro Agag me presentó a Correa, que me fichó diciendo: ‘Un mitin del PP es como un escenario de un cómico, pero sin las lentejuelas”

  • ‘Cuando llegué al PP había chupones que me decían: ‘Si me compras un relojito te pago lo que tienes pendiente con el partido”

  • ‘La gente creía que Aznar estaba de mala leche al estar siempre muy mal iluminado. Lo arreglé y ‘El País’ publicó que se hizo un ‘lifting”

  • ‘Si el Supremo dice que no le regalé trajes a Camps no voy a decir yo lo contratrio. Y si se los regalé no los hizo ese tipejo que dice ser su sastre’

  • ‘Ana Mato no tenía por qué saber que a su marido, que era un vampiro, le habían regalado un Jaguar o los cumpleaños de sus hijos porque no estaba con él’

Álvaro Pérez, ‘el Bigotes’, durante la entrevista. ÁNGEL NAVARRETE

ESTEBAN URREIZTIETA Madrid

Actualizado: 25/04/2015 03:07 horas

El número tres de la denominada trama Gürtel rompe su silencio en EL MUNDO seis años después de que estallara el caso. El hombre que montó los mítines del PP asegura que jamás hizo un regalo para lograr un contrato público y que fueron los ‘jetas’ del partido quienes los exigían tras amenazar con no pagarles.

¿Qué hizo usted en la vida antes del caso Gürtel?
Trabajé muchos años en Antena 3 Radio como técnico de sonido y luego para Andrés Pajares porque soy sobrino político suyo. Nos recorrimos el mundo viendo espectáculos. Allí aprendí cómo se deben comunicar las cosas, las que hacen reír y las que hacen llorar. Por eso he visto a políticos en un escenario que pienso: «Qué buen cómico sería» o «qué buena tragedia haría este hombre».
¿Cuándo y por qué comenzó a trabajar para los políticos del PP?
Cuando un amigo mío, Alejandro Agag, me presentó a Paco Correa en el restaurante chino del hotel Villa Magna el año que José María Aznar ganó las elecciones. Me dijo que era quien hacía los mítines del PP. Por cierto, ¿sabe usted si Agag sigue vivo? Me emocionaría saber que sí.
¿Cuál fue su primera impresión con quien está considerado el número uno de la trama Gürtel?
Me advirtió Alejandro de que era un tipo muy carismático, con una vida personal muy dura pero con mucho éxito en los negocios. Me explicó que montar un mitin era igual que montar un escenario para una folclórica o para un cómico, pero sin lentejuelas, y me pidió que probáramos.
Y probaron…
Me tiré meses viendo los mítines del PP y del PSOE. Vi que eran rancios, antiguos y conectaban poco. Los políticos estaban en un escenario rockanrollero pero muy alejados del público. La gente siempre decía que José María Aznar estaba de mala leche porque salía con unas ojeras tremendas por las sombras de la luz. Hicimos un acto totalmente diferente y El País publicó que Aznar se había hecho un lifting. A partir de ahí empecé a trabajar para Correa y a hacer los mítines para el PP.
¿Qué es lo primero que le llamó la atención al entrar en contacto con los políticos?
Me impactó mucho la forma que tienen de intentar llegar a la gente. He tenido mucha relación con algunos y pensaba que estaban en mi corazón. El refranero español es muy sabio y dice que el roce hace el cariño. Pero cuando te rozas demasiado te sale una ampolla y escuece de cojones.
¿Cuál es la primera ampolla que recuerda?
¿Hay horario protegido en el periódico? (apunta en tono irónico) Lo digo porque me gusta mucho Camilo José Cela y defiendo, como él, el taco castellano. Me han salido ampollas a raíz del caso Correa y lo llamo así porque a mi amigo Paco Correa no le gusta lo de Gürtel.
¿Se esperaba en aquellos años que muchos de los políticos del PP con los que trataba iban a acabar imputados o en prisión?
De algunos no me ha extrañado. Por supuesto que hay golfos, trincones, desahogados, jetas y palanganeros, como en todas las profesiones. ¿O es que en el periodismo no hay lamedores?
¿Había entonces muchos trincones en el PP?
Había algunos en puestos de relevancia que le chupaban la sangre a Correa como vampiros.
¿Puede explicar en qué consistía esa vampirización?
No sacar nunca la cartera para pagar un café ni hacer el gesto.
¿Pero Correa ofreció su sangre a los políticos del PP o le sacaron la sangre a la fuerza?
Esto es como el pajarito que se sube en el rinoceronte, le va picando la porquería que tiene encima y el rinoceronte se deja.
¿Cuál es el primer vampiro que usted se encontró en el PP?
Unos cuantos, pero prefiero no mencionarlos. Eran chupones, muy chupones. He visto cómo han llegado a decir: «Venga, me gusta este relojito y así cobras las facturas que tienes pendientes con el PP». Es tremendo. Cuando no pedían un viajecito te sacaban las tripas cuando viajabas con ellos y nunca te decían: «Vamos en mi coche». La gasolina y las comidas siempre las pagaba Correa. Y dices, bueno, es una tontería. Pero es que no es una comida, son 150 al año, y en los mejores restaurantes.
¿Partía de los políticos del PP la exigencia del regalo o se lo ponían ustedes sobre la mesa?
Partía de ellos. Cuando tienes una empresa que es impecable y cumples, no necesitas hacer ningún gesto de ningún tipo para que te traten mejor o peor. En mi etapa en Madrid este tipo de prácticas fueron impactantes.
¿Era consciente de que los cargos públicos no pueden aceptar regalos porque es un delito?
No todos eran cargos públicos cuando les hacíamos regalos, pero nunca me planteé que aquello pudiera ser delito. Hubiera mandado a Parla a quien me lo dijera.
¿Cuándo y por qué se marchó de Madrid a Valencia de delegado de las empresas de Correa?
Me fui porque no soportaba estar en Madrid. Discutía mucho con la jefa de prensa de Mariano Rajoy, Belén Bajo, porque me preguntaba y no escuchaba.
¿Trabajó usted entonces directamente para Rajoy?
Yo montaba los actos y Rajoy iba a todos. Diseñábamos hasta los atriles, como los de Esperanza Aguirre, que los hice yo.
Si usted montaba los mítines, sabría que se pagaban con dinero negro o con contratos públicos inflados, tal y como mantiene la Fiscalía Anticorrupción.
Jamás he llevado esas gestiones y delante de mí no se ha pagado con dinero negro.
Entonces, le habrá pedido explicaciones a Correa o a su número dos, Pablo Crespo, por estas cuestiones, que les han llevado al banquillo de los acusados.
Cada uno tenemos que demostrar nuestra inocencia en la parte que nos corresponda. Pablo Crespo nunca ha dicho que sea inocente del todo y Correa ha dicho que la responsabilidad es suya y de nadie más. Siempre ha dejado fuera a sus empleados.
¿Quiénes eran sus interlocutores en el PP para negociar la organización de los mítines?
Jesús Sepúlveda y Juan Carlos Vera.
¿En las reuniones con ellos hubo en alguna ocasión lo que usted denomina vampirización?
Alguna chupadita sí que hubo. Pero las chupadas son íntimas, no hay que darles mucho aire.
¿Es cierto que a uno de los políticos que acaba de mencionar le apodaban ustedes El angulas por su afición a que le invitaran con frecuencia a este plato?
sí le llamaban en un importante restaurante de Madrid al que, cuando iba, los camareros siempre me preguntaban: «Don Álvaro, ¿viene usted con El angulas?». Le gustaba comerse tres platos soperos.
¿Quién es El angulas?
Déjelo, que ya tiene bastante.
¿Cómo fue su desembarco en Valencia?
Recuerdo una cena que tuve en Madrid con Correa y Crespo en la que les dije que estaba asombrado porque llevaba un año trabajando para el PP de Valencia y no había conocido a ningún vampiro. Correa no me creía.
Ese discurso casa difícilmente con lo que sostiene la Fiscalía: que el PP les facilitaba a ustedes información privilegiada y les inflaba el precio de las adjudicaciones.
Eso es lo que dicen los informes de la Policía, pero no es verdad.
Pero la realidad es que usted se fue a Valencia a sabiendas de que el PP le iba a contratar.
Una de las personas que me dijo que fuera a Valencia fue Paco Camps. ¿Fue mi padrino? Esa palabra no me gusta, pero es una persona que me animó a ir, me dijo que iba a ser feliz. ¡Maldita la hora en la que me fui a Valencia!
¿Cumplió Camps su palabra?
Sí, empecé a hacer actos para el PP, pero no tuve ningún beneficio por ser amigo suyo, sino algún punto de sutura en el cuerpo.
La Fiscalía denuncia que comenzaba a trabajar con antelación a las adjudicaciones y que hasta confeccionaba los pliegos de los concursos. Pone como ejemplo los trabajos para la visita del Papa a Valencia o el stand de Fitur.
No se me dio el trabajo de la visita del Papa porque yo era un mal testigo: iba a ver amiguismos y guarreos. Por eso no me dieron ni el montaje de los váteres públicos. Por cierto, se adjudicaron 8.000 y se quedaron sin desprecintar cerca de 5.000. Un stand en Fitur como el que hicimos para Valencia cuesta 500.000 o 600.000 euros. Ustedes mismos han publicado que una empresa hizo el stand de Andalucía, de 500 metros cuadrados, no de 2.500, por tres millones de euros, y nadie dice nada. Como diría este señor que sale ahora en los periódicos, manda huevos.
¿Regaló los famosos trajes a Camps para conseguir estos y otros contratos?
El más alto tribunal de este país ya ha dicho que no regalé nada a Camps y no voy a ser yo quien diga ahora lo contrario. Y si le hubiera regalado trajes, no los hizo ese tipejo, ese sastre que le tomó medidas en el Ritz y no logró hacerle uno solo que le quedara bien.
Hay conversaciones en el sumario que demuestran que le hizo otros regalos a Camps, que le calificaba de «amiguito del alma», y a su esposa. Una noche de Reyes, Isabel Bas le dijo a usted: «Álvaro te has pasado 20 pueblos…».
Le regalé un reloj de lo más normal, un Cartier descatalogado que costó menos de 2.000 euros. Sabía que ese regalo me iba a acarrear algún que otro problema con Camps, pero lo hice desde el corazón. La señora de Camps no tenía poder para ayudarme en nada y me lo devolvió. El policía Morocho ha borrado esas conversaciones.
¿Les hizo más regalos?
A lo mejor, sí. Pero con mucho cuidado, porque un día le regalé a Camps dos corbatas y me devolvió una. Nunca me pidió comisiones, es un tipo al que no le cabe una pajita al final de la espalda.
¿Y a sus altos cargos Víctor Campos, Vicente Rambla y Ricardo Costa?
Son políticos con una pulcritud, una honradez y una profesionalidad que nunca conocí en Madrid. A Campos le regalé un jersey; a Rambla, alguna cosa de amigo, y fue Costa quien me regaló el traje de mi boda. A él sólo le he regalado algún móvil o algún polo.
¿Y el todoterreno Infiniti?
Yo no le he regalado en la vida un coche a Costa, otra cosa es que le hiciera una gestión para que consiguiera un descuento. Al final me enteré que se lo había comprado porque se pegó un talegazo.
Hablando de coches, ustedes le regalaron un Jaguar a Ana Mato y Jesús Sepúlveda y también los cumpleaños de sus hijos.
Ana Mato es honrada y no tiene por qué saber que a su marido le han regalado un coche. A Correa no le costaba ni un duro lo de los cumpleaños porque al proveedor de globos le compraba millones. Se han dicho barbaridades, como que yo monté cañones de confeti del Bernabéu en la casa de Mato. De haberlo hecho, hubiera enterrado a los niños y me habría cargado la urbanización. En esa época todo el mundo sabía con quién estaba el señor Sepúlveda, al que he invitado mucho a comer y es un vampiro, y con quién andaba Mato: no estaban juntos.
¿Las empresas de Correa regalaron la luz y el sonido de la boda de la hija de Aznar por valor de 34.000 euros?
Participé activamente en la organización y quien entienda de esto sabe que 30.000 euros en luz y sonido es lo que se gasta un grupo de rock en una plaza de toros.
¿Qué sabe usted de la célebre cuenta Soleado gestionada por Arturo Fasana en Suiza, en la que tiene su dinero Paco Correa?
Lo que sé es que la lista Falciani es una tontería al lado de la lista Fasana, que, por cierto, es un largón y un deslenguado.
¿Es verdad que el chófer de Correa recogió en una ocasión a Fasana en La Zarzuela?
Lo he oído. Eso dicen.
¿Le regalaron viajes de placer a Rajoy?
No tengo ni puta idea. (Se ríe a carcajadas, hace una peineta y pone punto y final a la entrevista).
http://www.elmundo.es/espana/2015/04/25/553aa166e2704efb288b4584.html
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